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jueves, 17 de diciembre de 2009

LA TRAMPA


 
Durante siglos, la mujer estuvo condenada a cocina perpetua. Su papel social quedaba relegado a ser hija, esposa y madre, siempre en función de un hombre a quien servir y de quien depender. Tras la revolución industrial, la demanda de mano de obra barata se disparó. Como los sueldos eran de miseria, las mujeres y los niños fueron reclutados en las grandes factorías donde trabajaban jornada inacabable, pero el fenómeno quedaba relegado a las clases proletarias.
A finales de los sesenta, las nuevas tecnologías empezaron a precisar personal especializado y con un alto nivel de preparación y responsabilidad, la mujer de clase media era la candidata ideal, pero ¿Cómo arrancar del hogar a esas jóvenes que no necesitaban trabajar para llevar una vida medianamente confortable?. El equipo de marketing se puso en marcha y crearon la consigna mágica “La liberación de la mujer”.
Los medios de comunicación empezaron a vendernos la idea de que trabajar fuera de casa era la panacea que permitiría a la mujer conseguir una independencia económica que la liberaría de la tiranía del hombre, la trampa estaba bien urdida, porque era eso, una trampa.
La mujer empezó a integrarse en el mundo laboral, pero no en igualdad de condiciones, los sueldos eran más bajos y las exigencias más altas, le hembra seguía sometida al macho ahora también fuera de la guarida. Ahora las mujeres cargaban con doble trabajo, al hombre le venía de perlas el sueldo que aportaba, pero se negaba a implicarse en las tareas domésticas, la administración del hogar y el cuidado de los hijos seguía siendo su responsabilidad, ahora eran explotadas dentro y fuera de casa.
Muchas de esas mujeres que ahora están rondando la cincuentena, están pagando el estrés de años de tensiones, sentimientos de culpa y agotamiento que somatizan en nuevas enfermedades ignoradas cuando no ridiculizadas por los estamentos médicos y sociales, la superwoman una vez exprimida, ya no es más que un estorbo que hay que arrojar del paraíso capitalista.
Las jóvenes actuales, ya no pueden elegir, encadenadas a una hipoteca perpetua y a un ritmo de vida infernal han pedido su capacidad de maniobra, es la nueva esclavitud, las cadenas ya no son de hierro, pero son aún más pesadas, la “liberación de la mujer” nos ha supuesto nuevos grilletes.
La libertad consiste en la capacidad de elección sin presiones ni chantajes y la mujer nunca ha tenido esa libertad. Dominada primero por el padre, luego por el marido y ahora por el trabajo y los hijos tiranos, sigue siendo “la negra del mundo”. La trampa se ha cerrado y nos hemos quedado dentro.
SHEMIRRAMIS