miércoles, 22 de diciembre de 2010

EL AÑO QUE CAMBIÓ NUESTRA VIDAS

 

 
Carlos Carnicero Periodista  

La explicación de los economistas incluso tiene visos de racionalidad desde la perspectiva seudocientífica que les acredita como forenses del pasado. Una crisis originada por el exceso de liquidez y la ambición desmedida de quienes controlaban los bancos -pero no su propiedad- ha terminado por cambiar nuestras vidas, probablemente para siempre.

No hay certidumbres, base de la seguridad y de la única manera de ahuyentar el miedo. El pánico conduce al individualismo, y este, a la indefensión. Los mercados se aprovechan de la falta de capacidad de organización de los ciudadanos, de la complicidad de los partidos conservadores y de la incapacidad de la izquierda para renovarse y hacer planteamientos alternativos.
Durante el 2010, cada día se ha producido una noticia que ha ampliado el efecto perverso de la anterior. Cuando aún no se ha aprobado la reforma de las pensiones, la OCDE ya avisa de que será insuficiente trabajar hasta las 67 años y que el computo será sobre una vida laboral más larga: nadie se detiene a explicar este pretendido milagro de los panes y los peces en el que, empezando a trabajar más tarde, con épocas de desempleo patológicas, muchos ciudadanos puedan conseguir una pensión.
En ningún caso se habla de desarticular parte de los privilegios de los poderosos. Y los únicos que responden son los que tienen una situación de aristocracia laboral, como los controladores aéreos. No hay anuncio de recorte de bonos para los altos ejecutivos.
El 2010 ha sido el año en que se ha instalado el pánico al futuro. La trampa es que están consiguiendo que cada recorte se examine y se apruebe por separado, con lo que se trata de evitar el síndrome de la realidad de acumulación de amputaciones. Mientras tanto, los expertos que ganan más de un millón de euros siguen aconsejando que se trabaje más, durante más años y se cobre menos. Es la realidad que nos ofrece como resumen el 2010, el año que cambió nuestras vidas.

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