jueves, 4 de noviembre de 2010

EL MIEDO QUE NO CESA


Hace unos años era “El  rey de los conductores suicidas”, me atraía el riesgo, el abismo era un reto y nadie ni nada me atemorizaba, pero desde hace  un tiempo, el pulso me tiembla,  el corazón me sale por la boca y el futuro me amenaza con las fauces abiertas. Tengo miedo, tengo miedo de todo, de todos y hasta de mi mismo. Cada mañana es una lucha por levantarme, un combate por no quedarme en casa, por sacar la cabeza del agujero y mirar a la vida cara a cara.

Ahora tengo vértigo, vértigo a lo desconocido, al precipicio que amenaza mi ruta cada vez más estrecha. Lo que ayer era luz, ahora es tenebroso, lo que ayer me entusiasmaba, me resbala el alma como una baba nauseabunda, me siento como un coche teledirigido hacia el muro de la desesperanza.
He perdido ya mucha sangre y las fuerzas me faltan, a veces me tiendo en un recodo y siento el deseo de dormir el sueño eterno, pero aun queda algo de fuego en mi espíritu, aun conservo la rabia y el coraje para seguir luchando, y me agarro a las zarzas de la esperanza.
Me levanto y me enfrento al mañana como un samurái sin espada, abriéndome paso a dentelladas rabiosas y aunque el futuro humee pestilencias y algunas piedras se desprendan bajo mis pasos, seguiré adelante hasta que el destino se dé por vencido, hasta que los fantasmas se desvanezcan en su propio ectoplasma.

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