viernes, 20 de noviembre de 2009

LA CIGARRA Y LA HORMIGA (versión empresarial)


Erase una vez un pequeño empresario que trabaja doce horas al día, pagaba religiosamente a sus proveedores y se apartaba un sueldo de acuerdo a su cargo, los beneficios se reinvertían en la empresa o se dejaban en caja en previsión de tiempos peores. Nunca solicitaba préstamos ni dependía de la banca, como buena hormiguita que su granero estuviera siempre bien aprovisionado.
A su lado había otra empresa, su dueño cambiaba de coche cada tres años, marcas de lujo, segunda residencia en la costa… pagaba a sus proveedores a largo plazo porque así podía manejar el dinero como le interesaba. Todo lo compraba a crédito, la maquinaria, los coches, incluso los cruceros millonarios y los banquetes de Trimalcón en hoteles de lujo.
Pero pasó el verano y empezó a escasear el grano, el empresario hormiguita tenía su empresa saneada y se planteaba pasar el duro invierno viviendo de sus ahorros, cuando llegara la primavera podría volver a recolectar para reponer sus graneros vacios.
Pero he aquí que su vecino cigarra, le compró buena parte de las provisiones, como había confianza, la hormiguita aceptó unos pagarés a cuenta a cambio de su despensa y siguió gastando lo menos posible hasta que llegara el buen tiempo.
El señor cigarra, vació enseguida el granero, al fin y al cabo ¡Le había costado tan poco llenarlo! Como no pudo pagar sus deudas, le embargaron el coche, el chalet y la casa, pero aún le dio tiempo de guardar parte del dinero en un agujero para poder gastárselo más tarde.
Cuando vencieron los pagarés, empresario hormiguita se encontró que no quedaba un Euro, y no solo perdió todo el dinero fiado, sino que además tuvo que pagar todos los gastos financieros. Para no morir de hambre hubo que racionar al máximo su reducida despensa rogando a los cielos que pronto se acabara el invierno mientras otras cigarras merodeaban por sus alrededores a la espera de robarle los restos de su granero.
Por desgracia esto es lo que está pasando actualmente, empresas mal gestionadas están llevando a la ruina a otras que han sido administradas cuidadosamente creando un efecto dominó que pueda acabar en una auténtica catástrofe. Hasta la más alta secuoya sucumbe a la fuerza de los hachazos y al paso que vamos, nos vamos a quedar sin bosque, sin árboles y sin hierba que llevarnos a la boca.
JUANMAROMO

1 comentario:

Tom R. dijo...

Que gran verdad. La población no es consciente del daño social que supone dejar que cualquiera sea empresario, aunque no tenga los conocimientos ni habilidades para semejante cuestión. En el capitalismo no se aprecia el "trabajo bien hecho" como un valor positivo que respetar.