lunes, 4 de mayo de 2009

LAS HUELLAS DEL DESTINO





Esta historia me la ha contado un amigo de la mili con el que hace años no tenia contacto. Casualmente hace unas semanas entró en el blog y me reconoció. Se puso en contacto conmigo y me propuso publicar su experiencia. Este relato lo hemos escrito mano a mano, aunque él me rogó que por razones obvias, matuviera su nombre en el anonimato.

Era la noche de fin de año, Silvia y yo habíamos salido a celebrar la entrada del año, un 600 trucado con el que me gustaba encandilar a mis ligues era nuestra montura. Cenamos en un rincón encantador de Sitges, una exquisita cocina y una mesa en un romántico reservado, al lado de "la llar de foc". Una botella de reserva, un cava exquisito para el postre y un par de whiskies de malta con hielo me sumieron en estado eufórico en el que últimamente me instalaba a menudo. Tras una velada inolvidable, decidimos pasar el resto de la noche en mi casa, ya que mis padres no regresarían hasta pasado año nuevo. Arranqué el coche haciendo rugir el motor casi a escape libre.

- Por favor, no corras, me dijo, has bebido mucho- y me acarició con una dulce mirada no exenta de temor.

Ataqué las cuestas de El Garraf en plan rally, tenía prisa por llegar a casa y hacer el amor a aquella preciosa niña con la que me acababa de prometer. En una de las curvas, algo falló, de repente me quedé totalmente a oscuras, antes de que pudiera reaccionar, el coche comenzó a dar vueltas y un golpe en la cabeza me dejó aturdido.

Abrí los ojos y me encontré a la entrada de un túnel luminoso. Una inmensa paz me embargaba, como si me hubiera desprendido del cuerpo. Busqué a Silvia con la mirada, y la encontré a punto e cruzar el dintel, me saludaba con la mano y pude captar una expresión de intensa felicidad en su rostro. Corrí para llegar a su lado, pero antes de que pudiera alcanzarla, el tunel se esfumó y yo me quedé envuelto entre la niebla. Me encontré solo vagando entre un mar de nubes cenicientas. De repente, toda mi vida paso por mi mente como una película a cámara rápida, mi nacimiento, mi niñez, los momentos más importante de mi existencia…

De repente comprendí que estaba muerto, recordé el accidente y ví dos cuerpos ensangrentados entre las rocas, mientras las sirenas sonaban enloquecidas en lo alto del acantilado. Ví como unos hombres bajaban hasta el acantilado e izaban los cuerpos. A mí me metieron en una ambulancia que arrancó a toda velocidad con la sirena aullando, mientras el cuerpo de Silvia, se quedo tapado con una manta al pie de la carretera. Perdí el sentido, cuando desperté, estaba en una habitación, intubado y aislado tras una ventana de cristal. No podía moverme pero oia a la gente hablar y a pesar de no poder abrir los ojos, veía la escena con toda exactitud.

Mis padres lloraban en la sala de espera, mientras el cirujano les comunicaba que me encontraba en un coma profundo. De nuevo me desvanecí y volví a encontrarme frente a la puerta dorada. Intenté cruzarla pero no podía moverme y una negra desesperación me invadió. De repente una voz dulce vomo una caricia me susurró.

-No ha llegado tu hora, regresa con los tuyos, te están esperando, no les hagas sufrir más-

Pero- ¿Y Silvia?- ¿Dónde esta Silvia?, pregunté destrozado.

-No sufras por Silvia, ella encontró la paz eterna, cuando llegue el momento te estará esperando…

De repente abrí los ojos, me vi en la cama rodeado de mis padres y de mi hermano pequeño, todos lloraban y reían a la vez, por fin había regresado.

A las pocas semanas salí del hospital, pero mi vida era un infierno, las noches las pasaba soñando con Silvia, y los dia no paraba de recriminarme haberla matado, me fui sumiendo en un profunda depresión, dejé de comer y caí postrado en la cama.

Estaba dispuesto a morir de inanición para poder encontrar a Silvia y reunirme con ella para siempre. Una noche mas negra de lo habitual, cuando ya había perdido el norte y la esperanza, una luz intensa, se abrió ante mí, y de ella emergió cono una virgen la imagen de Silvia. Me miro con unos ojos de inmensa dulzura.

–No te culpes, amor mío, tu solo fuiste el instrumento del destino, yo debía morir aquella noche y en aquel momento, pero tú tienes muchos años de vida por delante. Donde yo me encuentro no existe el tiempo, vive tu vida con amor y al final del camino, yo te estaré esperando con los brazos abiertos, y entonces nada ni nadie podrá separarnos-.

Quede profundamente dormido. Al día siguiente me levanté como un hombre nuevo. Sabía que jamás estaría solo y que todo aquello que siempre me había preguntado era una maravillosa realidad.

Tengo 58 años, dos hijas y cuatro nietos, adoro a mi mujer que supo llenar el vacío de mi alma con la inmensidad de su cariño, le conté todo desde el principio. Ella sabe que siempre compartirá mi amor con Silvia, pero también sabe que mi amor es tan inmenso que en mi corazón siempre habrá un inmenso refugio para las dos.











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