lunes, 6 de abril de 2009

DESDE MI CELDA








ACABO DE LEER UN COMENTARIO EN EL POST DE JUANMA, Y NO HE PODIDO POR MENOS QUE RECORDAR UNA DE LAS MÁS TRAUMÁTICAS EXPERIENCIAS QUE HE SUFRIDO EN MI VIDA. HAN PASADO MÁS DE QUINCE AÑOS, Y TODAVIA HAY NOCHES EN LAS QUE ME DESPIERTO SUDOROSA, TEMBLANDO ... Y EMPAPADA.



Acababa de cumplir dieciséis años, estaba internada en un colegio de monjas y estábamos en plena Semana Santa. El internado se había quedado vacío, pero yo estaba castigada por mala conducta y no podía salir hasta el Jueves.

Estaba tumbada en mi celda, cuando de abrió la puerta y apareció Sor Amanda, una hermana de unos cuarenta años que siempre me había mostrado especial ojeriza. Me arranco las sabanas de un tirón preguntándome a gritos que donde había escondido el anillo, yo no sabía que pasaba, el colegio estaba vacío y solo quedábamos ella y yo, intente taparme, pues estaba casi desnuda, pero ella me lo impidió.

- ¡No te hagas la tonta!, ¡Ha desaparecido el anillo de la virgen y aquí solo estamos tu y yo o sea que ya me lo estas devolviendo o llamo a la policía!.

Empecé a llorar asegurando que yo no había sido, pero ella se abalanzó sobre mi, y empezó a regístrame por las axilas, sus manos estaban ardiendo ya antes de que pudiera hacer nada, me quitó el camisón, sus dedos se posaron sobre mis pechos y apretaron con fuerza mis pezones, no sabía que me estaba pasando, pero el miedo se mezclaba con una extraña y desconocida sensación.

-¡Seguro que lo llevas escondido entre las piernas!,- y sin darme tiempo a escapar, empezó a acariciar mi bajo vientre con suavidad, una oleada de fuego me envolvió por completo, sin darme cuenta, abrí las piernas, mientras sentía un liquido caliente brotar entre ellas. Sus dedos empezaron a introducirse en mi conchita, y un escalofrío de placer recorrió todo mi cuerpo, sentí mis pechos inflarse como globos cautivos, los pezones se endurecieron y toda mi piel enrojeció y me abandoné por completo a sus estragos.

Empezó a lamerme los pechos, mientras su mano seguía masajeándome la conchita, yo gemía de placer sintiendo sus dientes morderme delicadamente los fresones. En un momento, se desprendió de la toga, y sus senos turgentes se posaron sobre mi boca, abrí los labios, y sin saber bien lo que hacía, empecé a succionarle los pezones como si fuera a ordeñarla, ella lanzó un gemido y me llevo la mano hacia su sexo, estaba abierto y empapado como una fruta madura, empezó a moverla de dentro a fuera mientras gemía como una posesa.

En un momento, su cabeza se introdujo entre mis muslos, y su lengua serpenteó por mi vagina, yo chillaba de gusto sintiendo el calor de sus labios abrasarme el vientre. De repente, se volteó y sin dejar de lamerme el tesoro, se monto sobre mi rostro, sentí sus líquidos manar sobre mi boca, y mi lengua se introdujo entre sus pliegues ardientes, nunca había probado nada parecido, su interior era cálido y salado, sus jugos me llenaban la boca y sus labios se abrían y se cerraban al compas de mis lametones.

De repente, una ola de gusto como nunca había imaginado, me brotó del vientre y se extendió por todo mi cuerpo como una bola de fuego, grité gemí y mordí su sexo con tanta furia, que sentí como la sangre me inundaba la cara. Salió auyando de la habitación, desnuda y cojeando. Me levanté aterrorizada, y atranque la puerta por miedo a que volviera a pegarme, me lavé la sangre en pequeño lavabo, y no pude dormir en toda la noche presa de la excitación y del miedo.


A la mañana siguiente, llamaron a la puerta con delicadeza, abrí con un miedo terrible de encontrarme con ella, pero era la madre superiora, una mujer ya entrada en años. -Vamos hija, el coche te está esperando, arréglate pronto que te acompañaré a casa- se me quedó mirando fijamente y preguntó. -Hija mía, haces una cara que parece que haya visto al demonio- -Si madre, esta noche he tenido una pesadilla…. La pobre jamás podría imaginar el tipo de pesadilla que sufrí aquella noche.










SHEMIRRAMIS













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