lunes, 28 de abril de 2008

RELATOS QUE HACEN PENSAR


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Uno, que le parece ya ha quemado más etapas que un cohete Saturno V, durante una tiempo fui muy aficionado a las salas de cine de arte y ensayo, entre otras aficiones menos "cultas", claro.

Como todo quisque con gustos similares en la época, me tragué unas cuantas del Bergman, famoso director sueco (también famoso por defraudar a la hacienda de su pais). Se me quedó particularmente grabada una escena de una película suya realizada con pocos medios, “El Rito", en la que apenas habían actores ni decorados. En el film, el marido de la protagonista resulta que es amigo íntimo del amante de ella, su propia esposa, pero los tres ya hace tiempo que están al cabo de la calle de la situación. Quedan un día los dos amigos en un bar para charlar y tomarse una copa (sorpresa: el marido no rompe la cabeza del amante con una botella nada más verle cruzar el dintel de la puerta del bar). Empiezan a hablar como si tal cosa y en un momento dado el amante le dice al marido: "Ah oye, otro tema. Noto desde hace un tiempo que no la satisfago en la cama como al principio ¿Alguna sugerencia?" (nueva ocasión para hundirle las narices contra la barra del bar). Y para mi asombro y estupefacción de adolescente, va el marido y le contesta como profundo conocedor de la fisiología de su mujer: "Mira, debes apretarle levemente el clítoris entre el índice y el pulgar y le vendrán los orgasmos uno detrás de otro".

¡Sopla! Pues sí que nos llevan ventaja los escandinavos esos en civismo y amistad. Aquí por estos pagos, nunca he visto nada, ni por asomo, entre las personas de mi entorno. Peor cuando prendo la tv y reparo en los mareantes shows en directo, que sacándose los trapitos sucios se los arrojan a la cara con saña las unas a los otros y entre ell@s, con unas expresiones faciales, que debajo de un perfecto maquillaje, tonos de bronceado uniforme, cabellos esculpidos, piernas infinitas depiladas a la eléctrica que surgen esplendorosamente de entre vestidos cortos y a la última, que ríete tú de esas coloridas y llamativas flores que brotan en las aceras al caer el sol, amores esquineros a tanto la hora; denotan, decía, con el rostro y la voz, una agresividad y una violencia que hacen vislumbrar, pavorosamente, lo que deberían ser las relaciones sociales en el neolítico.

Lo que impera, veo, es que el que me la hace me la paga. No importa si se ha pasado una etapa larga de la vida con alguien, con momentos no siempre buenos, pero seguro que tampoco todos malos. Si se ha tenido durante un tiempo un proyecto y unas ilusiones comunes. Si, incluso, se ha tenido descendencia común. Nada. Primero yo, después yo y si sobra algo también es para mí. De lo perdido saca lo que puedas y al otr@ que le den. Es más, si al otr@ se le cae el mundo encima, mejor, a ver en que podemos colaborar para empeorar su situación.

No me he visto en la tesitura de los suecos del bar, por suerte o desgracia (todo son experiencias). Aunque tengo una cierta idea de lo que podría aconsejar, nunca nadie me preguntó al efecto. ¿Y usted? ¿Qué opina, se ve como nórdico o meridional? Aunque vete a saber, también resulta que esos de piel color leche baten récords en las estadísticas mundiales de pegarse un tiro en la sien. Y eso no lo percibo como de una sociedad sana. O quizá sí.

OSCAR PC DEMANO

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