sábado, 19 de abril de 2008

En un pueblecito yoruba vivían dos agricultores. Un día, uno de ellos fue a visitar al otro y le pidió prestado el cuello de un cántaro roto que había visto en el patio de su vecino. Este se lo dio y
aquel lo puso como protección de un árbol de kola jovencito que las gallinas impedían su desarrollo. El árbol creció y se desarrollaron sus ramas que empezaron a dar fruto. Cuando recogió las primeras nueces de Kola, fue a ver a su vecino y le entregó un buen puñado como prueba de agradecimiento. El vecino, sorprendido, reaccionó de forma insospechada, fue a ver a su congénere y le exigió que devolviese su cuello de cántaro.

- Es imposible, el árbol ha crecido dentro del anillo de la vasija de barro.

- Me da lo mismo, yo quiero mi cascote de arcilla.

Nadie pudo convencerle de lo irracional de su conducta, ni siquiera el rey del lugar, y el dueño del colatero tuvo que cortar el árbol para devolverle su boca de cántaro.
Un tiempo después los dos hombres se convirtieron en padres de familia, los dos tuvieron una hija que con el paso del tiempo se convirtieron en buenas amigas. La hija del propietario del cascote se casó y tuvo a su vez una hija. Un día fue a ver a su vecina y le dijo:

- Nuestra familia celebra una fiesta y quiero que mi hija sea la que lleve las mejores y mas bellas ropas. Tengo ya todo lo necesario. Sólo me falta un collar y quería pedirte el tuyo, aquel tan bonito que llevabas cuando tenías su edad.

La muchacha aceptó. Fue a buscar el collar y lo puso al cuello de la niña. Cuando volvió a su casa, le dijo a su padre lo que había sucedido. El padre le respondió:

- Has hecho muy bien, pero te ruego que no lo aceptes cuando te lo devuelvan si no es tal y como tú lo anudaste a la niña.
Cuando terminó la fiesta, la madre de la niña quiso devolver el collar a la dueña pero esta la detuvo diciendo:

- No, no no. Devuélvemelo tal y como se lo dejó a la niña. La madre trató de soltarlo pero le fue totalmente imposible mientras su amiga le decía: - - No lo sueltes porque yo no te lo dejé así, dámelo tal como te lo dí.
Sácaselo por encima de la cabeza.

- Eso es imposible.

- Pero me tienes que dar el collar.

No había manera de resolver el problema hasta que el rey propuso que los ancianos del reino estudiasen la cuestión. Entonces recordaron que el monarca anterior había dictado una sentencia que tendría funestas consecuencias para el juicio que debía dictar al día siguiente y entonces recordaron el enfrentamiento que hubo entre el propietario del collar y el de el cuello del cántaro y cómo aquel tuvo que cortar su árbol por el capricho de su vecino.

Entonces, concluyeron diciendo:

- Majestad, la sentencia que tendréis que dar mañana os será dictada por vuestro propio padre; si hubo que cortar el arbolito de kola para devolver un viejo trozo de arcilla, habrá también que cortar la cabeza de la jovencita para devolver el collar.

SEGÚN JUZGUÉIS ASÍ SERÉIS JUZGADOS

(ANÓNIMO)

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