lunes, 21 de abril de 2008

¡DEJAME VOLVER A CASA!



Me he sorprendido a mi mismo gritando tu nombre mientras iba en el metro a trabajar éste jueves por la mañana. He salido por la escalera y el cortante frío de los restos de la madrugada me ha hecho desear una caricia tuya en la mejilla y no he podido por menos que volver a gritar mil veces tu nombre, Las atónitas miradas de los transeúntes, lejos de amilanarme, me han provocado una explosión de risa como colofón de mi alegría, casi una dicha plena.

De buen grado me gustaría gritar y gritar tu nombre junto a ti y en ti. Sentir tu aroma, reconocer tu olor en la almohada, en las sábanas, en mi piel. Oír tu verbo, tu risa, tus susurros, que seguro alentarán de nuevo mi corazón, mi vida, mi cuerpo y al fin en el tuyo volver a gritar tu nombre.

Al rato, tras un leve y dulce sueño abrazado a tu espalda, despertarme con el suave vaivén de tu negra flor, leve al principio, luego rotundo e inexcusable. Otra vez se enardecen las arterias, un nuevo aroma se añade a los demás, suavemente ofensivo, pero no menos excitante. Ahora eres tú la que gritas mientras te beso en la nuca, la falta de humedad hospitalaria se compensa al oír tus desesperanzadas negativas y de repente todo cambia. Tu nueva posición me obliga a estirar los brazos para agarrar con fuerza tu cabello y miro tu cara que cierra vigorosamente los labios en mí, mientras unos espasmos, que no dejas perder, me dan de nuevo la paz.

Como ves, tu simple palabra, que he recibido en forma electrónica esta madrugada, desata en mí sentimientos que creía enterrados, no hace ni siquiera cinco días. Me has devuelto a la vida, sólo puedo decirte gracias.

Más este andar levitando, esta dicha que siento, esta turbadora desazón, necesita concretarse. DEJAME VOLVER A CASA

OSCAR PcDemano

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