sábado, 27 de octubre de 2007

FUERA DE JUEGO




El amor es un acto de fe, es ver en el otro la escultura dentro del mármol, es sospechar una perfecta sincronía en el tiempo. El amor es vernos, ya no como quienes somos, sino como todo lo que podríamos ser.
Supongamos que te ponés de novia a los 19 años, que él estudia letras y escribe poemas y tu estudias historia en la universidad. Pensemos que ambos sois pobres, que subsistiis con los regalos y la caridad de los padres, que todavía viven en la casa materna, que no tienen intimidad y que tu familia lo odia.
Supongamos también que él consigue trabajo como becario de la biblioteca del barrio y tu en un sanguinario callcenter y que entonces os mudais a un departamento horroroso con el baño inundado y las paredes henchidas de moho y humedad . Demos por hecho que abandonais la pobreza para zambullirse de lleno en la indigencia, que mirais dvd pirata, que usais una máquina de escribir sin “ñ”, que tienes agujeros en las medias, que os desmayais de sueño en el trabajo, y que los fines de semana sólo limpiasis y dormiis siestas eternas.
Y así transcurren los últimos años: lavándole a mano la ropa, tecleando los cuentos, haciéndole café hasta la madrugada, enseñándole a vestirse, dándole clases de inglés. Cinco años limpiando como una fregona miserable, estudiando sin dormir, sacando cuentas en el supermercado, empujándolo para que escriba, para que publique, para que salga del cascarón. Cinco años de sacrificios, de paciente espera, de sueños imposibles, de postergaciones.
Pero entonces, cuando finalmente él gana un premio de poesía, le dan una cátedra en la universidad, una columna en un periódico y un aumento inesperado; cuando llega el tiempo de tener una casa grande, un bebé gordito y vacaciones cerca del mar; cuando por fin podrías renunciar a tu trabajo y dedicarte completamente a tu carrera, ir a la peluquería, comprarte una lavadora, ver las películas en el cine, olvidarte de las cuentas, aparece en su trabajo una pendeja en fuera de juegoi, una desvergonzada esperando robarse tu vida al lado del arco.
Y luego de haber corrido toda la cancha, de haber esquivado a los jugadores, de haberte tragado las patadas, los gritos de la tribuna, el viento en contra, los botines apretados y el jadeo agotador, en ese momento, aparece esta de la nada esta arribista, parada al lado del arco, en posición adelantada. Y antes de que puedas reaccionar, la pelota está lejos, y con ella, tu embarazo postergado, tus vacaciones en la playa, tus sábanas de percal, tu orgullo, tu aire acondicionado y tu paz.
Y súbitamente, mientras piensas en qué momento perdiste el balón, ella se aleja con tu vida, acomodándose las tetas frente a un espejo, riéndose a carcajadas, frotándose los dientes con una manga. Y tu, con la camiseta desgarrada y las articulaciones palpitando como una bomba, tienes que volver a empezar, sacando del medio y abajo en el marcador.

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